Tras el paseo por el señorial Londres del la Señora Dalloway de la mano de Virginia Woolf, o el culto París en compañía de Hemingway, esta visión de Berlín anunciaba el caos que se nos venia encima y que nos ha afectado incluso a los que no habíamos nacido. Ese Berlín cambió la historia del mundo que conocemos.
“Por lo demás pasan muchas cosas en la Alex (Alexanderplatz) pero lo
importante es que este ahí”
La Aleanderplatz es el mundo en el que Döblin lo hace converger todo. No
en vano la plaza es un nudo de comunicación total y una antigua plaza de
mercado, de ganado, por mas señas. Por la Alexanderplatz pasa todo, la riqueza, la miseria, la inflación, la
prostitución, la pequeña y la gran delincuencia, la política, las prostitutas,
los mil tranvías del Berlín de fin de los años 20.
La plaza por excelencia de Berlín (Junto a la Postadamer) es todo un
mundo, el mundo. Un mundo por el que Döblin sitúa a Franz
Biberkopf. Un antihéroe, ex presidiario, que lucha por
regenerarse y es arrastrado irremisiblemente a colaborar con la delincuencia y la prostitución
hasta acabar sus días perdiéndose gris como una victima ninguneada.
Döblin
relata con todo tipo de materiales. Recurre a la intertextualidad y entremezcla
tiempos distintos. Recurre a monólogos, canciones, textos publicitarios,
sonidos callejeros, titulares de prensa etc. creando un mosaico de una viveza
excepcional. ¡Es genial!
Se palpa en
la obra el desastre social de la postguerra, la República de Weimar, y se
intuye la llegada de la hidra Nazi. Es patente la degradación moral de los
ricos y de los no ricos, la ausencia de valores aquí y allí.
Y en ese Berlín, en ese mundo que es la Alexanderplatz la empresa de
regeneración de Biberkopf se torna imposible.
Döblin, sirviéndose de las andanzas de Biberkopf aúna en
su relato el retrato del mundo del hampa. De la prostitución, de la propia
clase obrera y sus miserias, de la lucha de los socialistas en la Alemania de
final de la década de los años 20 y nos deja un collage de ese mundo que el condensa la Alexanderplatz.
Desde luego
estamos ante una gran obra que requiere una lenta y más que atenta lectura, que nos llevará a un mundo no tan distinto al nuestro de hoy en día en medio de esta crisis (Lo
llaman crisis e igual no lo es) de principios del siglo XXI.
© TO+
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